Necesitamos dos cosas básicas: aire y sombra, te explico:
Una vez recolectadas nuestras hierbas les daremos un ligero baño en agua fría. No por inmersión sino dejándolas debajo del grifo abierto, para evitar que vuelvan a absorber humedad. De esta forma las limpiamos de polvo. Mientras que las secamos con un paño o papel absorbente desecharemos las hojas o flores que no estén sanas o medio marchitas.
Después de limpiarlas y secarlas haremos ramilletes no muy gruesos con ellas. Si amontonamos mucha cantidad de follaje o flores se pudrirán. La clave es que pueda pasar el aire lo máximo posible.
En el caso de las flores el proceso es parecido. Se puede utilizar papel de cocina para dejarlas secar encima y cambiándoselo diariamente o dejarlas descansar sobre una pequeña estructura de madera con una pequeña red metálica o de plástico muy fina. De esta forma dejamos escapar la humedad y que se oreen bien.
Terminado este proceso colgaremos los ramilletes en una habitación bien ventilada que no reciba el sol directo. Si es una habitación a oscuras mucho mejor. Debemos recordar que la luz, aunque esta no sea directa, afecta negativamente a las propiedades de nuestras hierbas, por lo que la evitaremos.
Este proceso durará aproximadamente 2 semanas. Cuando ya percibamos que están crujientes y se desmenuzan las procederemos a guardar en latas o bolsas de tela, así evitamos la luz para evitar la oxidación.